lunes, 22 de septiembre de 2014

Un inciso necesario.

Esto es un verdadero caos, un despropósito en toda regla. La gente buscaba esconderse en los soportales de la lluvia y él se dejaba empapar en mitad de la tormenta. Rompía el orden establecido de la mejor forma que sabía, sin hacer nada. La ropa le pesaba casi más que su alma, porque una la sentía y la otra se le resbalaba. Era consciente de que el granizo se aproximaba, de que empeoraría la situación y algún rayo le alcanzaría. La parálisis celebrar, muscular y sentimental le hacía permanecer inerte en mitad de ningún lugar. Las decisiones se quedaron aparcadas para él en la barra del penúltimo bar que piso. La duda ya no le pertenecía, porque todos eran más responsables que el para interrogarse sobre el motivo. Él seguía sintiendo la lluvia, doliéndose por cada granizo que caía en su cuerpo y esperando que los rayos los sintieran sus zapatos.

sábado, 20 de septiembre de 2014

V

Las tardes de mi vida se resumían como las mañanas, con un vacío vital que asustaría a ese tipo de gente que es tan activa que cuando llegan las 22:00 de la noche los ojos dicen adiós y se chapan como una persiana. Pensadlo bien, que locura de vida que no te deja ni un minuto para pensar que estás haciendo. El movimiento de sus cuerpos simula a de los autómatas que actúan mecánicamente, y lo peor aún, exponen a sus hijos a esa locura diaria.

Me sorprendía observando el paso de las horas pensando lo relativo que es el tiempo y como el ser humano se ha empeñado en estandarizar todo, en normalizarlo de una forma tan estática que si no entras en sus cauces de normalidad no eres valido para el sistema. Te excluyen de su mecánica sociedad, de eso que se han apropiado y que les pertenece. Odio la normalidad, las tradiciones arcaicas sin sentido, a veces me odio a mí mismo. 

viernes, 19 de septiembre de 2014

IV

En este caos de mi mundo, había un mundo fuera que seguía corriendo desbocado hacía ningún sitio. Ese es el problema del otro mundo, que no sabe a dónde va. Es tan frenético que da miedo pararse a pensar lo que hemos construido, avanzado y progresado, todo sin ningún fin aparente. En este momento habrá muchos que piensen que el mundo que hemos generado tiene un sentido y soltaran que ahora vivimos mejor que antes, que tenemos derechos, libertades y un desarrollo que nos proporciona comodidades de las que carecían nuestros antepasados. Y yo me pregunto, ¿Sinceramente vivimos mejor que nuestros antepasados? No se vosotros pero yo aprecio la tranquilidad y en este mundo, no se puede estar tranquilo.

Cosas así se me pasaban por la cabeza mientras acababa las sobras de las botellas de ron que adornaban las estanterías de mi cocina. A veces me parecía todo tan irrisorio que mi caos se convertía en cordura a mis ojos y me convencía de que había escogido el camino correcto. De todas formas lo que había por el mundo no me interesaba, mi propia introspección me resultaba tan placentera como cualquiera de las drogas que me metía a lo largo del día.

jueves, 18 de septiembre de 2014

III

La dejadez de mi vida me la impuse yo con mi actitud. Había días que solo salía de mi boardilla para invertir el poco dinero que me quedaba en alcohol y drogas. Como buen escritor frustrado que soy, no me falta ninguna de las dos cosas. Sentía como se desmoronaba todo a mí alrededor y yo no hacía nada por evitarlo. También reunía el último requisito de todos los de mis gremios, tenía una historia de amor que me perseguía y atormentaba. Pero era incapaz de sacar nada de ella, al contrario que todos los demás escritores frustrados yo me sentía como el que no tienes fuerzas para girar la llave y sacarle provecho a mi desgracia. Lo intente hasta la saciedad pero nada, era un muro demasiado alto como para escalarlo y la idea de rodearlo me parecía demasiado absurda. ¿Quién se ha planteado rodear la murada china?
Intentaba olvidarlo pero era una pena demasiado fácil de arrastrar y decidí, más por pereza que por necesidad, incorporarlo a mi vida cotidiana. Era una acción más de mis días, lamentarme de la desdicha amorosa que no me podía sacudir. Otra droga de un politoxicómano como yo, que busca cualquier cosa a la que engancharse para no soltarse de esa espiral de locura transitoria que es la vida que mantengo a diario.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

II

Esas eran las preguntas que me asaltaban todas las mañanas mientras hacia el café. Me quedaba pasmado sin saber que auto contestarme ante tales cuestiones. Aprendí casi por obligación a convivir con la duda constante sobrellevando la incertidumbre. En general, mi vida era demasiado apática por ese tiempo. Había dejado de consumir drogas a diario, o eso me decía a mí mismo mientras me liaba los porros con las tostadas. Seguía madrugando, salvo los domingos por tradiciones atea. Desayunaba café con tostadas y mientras me terminaba el canuto encendía el ordenador. Era curioso como mi flora intestinal se acostumbró a llamar a la puerta a las 9:43 de todas las mañanas de mi vida, salvo los domingos por tradición atea. Luego ojeaba los periódicos por internet, robado de mi vecino por supuesto, y mientras me lamentaba de ver como el mundo se destruía día a día apagaba el cartón en el cenicero.
Rutina de escritor frustrado era mi vida. Sentarme delante del Word en blanco esperando a que mi mente saliera del coma en que se sumía automáticamente después del primer canutillo del día. La monotonía hacía lo que quería conmigo, tanto que por momentos perdía la noción del tiempo y me daba cuenta de que eran las 1:30 y había sido incapaz de escribir la primera palabra en el dichoso documento.

Era lo normal, mi vida, mi duda permanente sobre qué decir, por dónde empezar, qué contar…La realidad de un drogadicto que alguna vez dudo si era un escritor.

martes, 16 de septiembre de 2014

I


Tengo mi vida cayéndose a pedazos, desmoronándose. Es la sensación más horrible que el ser humano puede tener. Observar como todo se va desmenuzando poco a poco hasta que no queda nada. Apenas los cimientos de algo que una vez fue lo más parecido a un sueño que pude tener. Saben, discrepo de muchas cosas en esta vida. De casi todo diría yo. He basado mi existencia en la duda permanente, sin saber que la duda permanente en lo peor que te puede ocurrir. Imagínense, dudar de todo, incluso de ti mismo. Valiente camino escogí. Pasándome la vida cuestionándome cada una de mis acciones, desde las más simples a las más complicadas. Aburriéndome a mí mismo intentando decidir, porque el problema del que duda es que siempre se arrepiente. Ahí los valientes mandan y nosotros solo somos meros lamentadores, preguntándonos a nosotros mismos, ¿Por qué no soy así? Aunque en cualquier decisión la lamentación es segura, también es pasajera, porque como buenos dudosos olvidamos la duda pasada y casi nunca hacemos conexiones de ellas. Son tantas al cabo del día que sería imposible guardar relación con todas al cabo de más de un día. No habría cabeza que soportara eso. Pero, ¿qué pasa cuando una duda, una lamentación de tiempo atrás, resulta tener conexión con la misma lamentación que posees ahora?

Los dudosos lo tenemos claro, ahí tenemos un error. El error es lo que te marca los giros en la vida. El equivocarte es torcer un calle, doblar una esquina, saltarte el semáforo, coger un camino o dejar otro, el error es lo más parecido a vivir que tenemos. Claro, es sencillo, un error puede significar una vida o solo un instante hasta rectificarlo. Pero, ¿y si el error no se puede rectificar, si siempre se queda ahí, si la misma vida no te ofrece otro asalto? 

jueves, 11 de septiembre de 2014

Darling

La soledad de los Domingos se convierte en monotonía los Lunes. En despertadores que suenan, te desvelan y hacen que habrás los ojos. A la sensación de frío cuando sales de la cama en invierno y a dolor de vestirte cuando aún no salió el sol. Miras el café salir como el que observa la vida pasar, esperando a que caiga la última gota. Recoges todo, revisas lo que representa tu existencia en el mundo y pisas la calle. Con esa angustia del invierno, con ese sudor del verano, y encaminas el día a ser productivo, a generar el medio de sustento de tu vida, a ganar dinero para comer y pagar tu techo. Desempeñas tu función, que dura ocho horas, el tiempo que gastas en vivir al día siguiente, la parte hipotecada de tu historia o simplemente la devoción de la misma. Dedicamos más de la mitad de la vida a sostener la que nos sobra pero aun así, siempre encontramos esa chispa, ese sentido, ese extraño sentimiento de felicidad que es el responsable de que todos los días suene el despertador.

martes, 9 de septiembre de 2014

Una música de cualquier parte.

Asistimos impasibles a la reducción más cruel del ser humano, a la caricatura más rocambolesca que se percibe en la sociedad. La gente se desprende de los valores básicos y consume los de fin de semana. Ya no quedan principios, ni ideas, ni genialidad, posiblemente porque alguien los compro y ahora comercializa con ellos. Los pensamientos no son propios, ni si quiera son inventados sino que los consumimos prefabricados. Y entre tanto, se va perdiendo la chispa que hace estremecerse al cerebro, las inquietudes no duran más de un segundo y el amor ya no se hace, se vende en la barra de los bares. ¿Qué queda para los demás? ¿Qué quimera debemos realizar para volver atrás? Mientras tanto, los días se vuelven más nublados, la tristeza se choca contigo al salir del metro y las ganas de volar se quedan perpetuas en el aire.  

viernes, 5 de septiembre de 2014

Sombras de un camino

Se abre la puerta y aparece tu figura inundada de penumbra. En el marco de la puerta se reflejan los leves destellos que la luna posa en tu cara, la providencia de alguien que te puso en mi camino. En ese momento comienzas a danzar suavemente, a revolotear como una mariposa sin orden ni sentido, sin causa ni motivo. Luego avanzas hacía mí, tan lentamente que mi retina alcanza a congelar la imagen en fotogramas de menos de un segundo, a percibir cada paso de baile, cada detalle oculto. Por fin nuestros campos de seguridad chocan, hacen fricción simultánea y de una caricia borras las barreras. Limitas el tiempo de los actos, el momento de que tu ropa caiga al suelo y hasta marcas la pauta. Apareces ante el creador cuando tocas el cielo y con una mirada de aprobación saldas la deuda. Una mezcla de divinidad, de especificidad corporal, de algo que no termina de ser el todo humano. La belleza de los gestos, de los detalles, de esas cosas insignificantes que siempre pasan desapercibidas por los cien mil ojos que observan a diario. 

jueves, 4 de septiembre de 2014

Un mantra absurdo

Abusamos de los verbos inconexos entre las risas y las sonrisas que nos produce su sonido. Bajamos por las escaleras de la contradicción y nos dimos de frente contra los pensamientos impuros. Corrimos en busca de una salida, de una puerta que alumbren neones verdes, de una ventana que se cierra o un agujero que se abre. Fue todo tan deprisa que nos vimos mirando a la nada, envueltos de verdades a medias, de sensaciones extrañamente placenteras, rodeados de vida. Mientras, en el otro extremo, muchos mueren de ganas y nos saludan desde el espejo. Abajo el suelo, arriba el cielo y en medio una catarsis absurda. La felicidad que siempre se nos une y acaba pagando una ronda.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Otro sueño que se va.

Hoy es uno de esos días que te alegras de haberte levantado, de respirar, de darle una oportunidad al olvido, uno de esos días en los que el café sabe a café y las tostadas no se han quemado. Pisar la calle y sentir que la suela no se desgasta, que el panorama es un mosaico compuesto de mil detalles, de mil historias y de solo una percepción. Avanza las horas y no despiertas del sueño, de esa realidad que hoy, precisamente hoy, parece diferente a todas las anteriores. Te llega ese aire de medio día, las casualidades te sonríen y te toman el pelo. Coincides con las caras que tenías en mente y saboreas un momento de placer, una conversación deseada, una simple mirada cómplice. Termina la jornada con la puesta de sol que te guía en mitad de la urbe, con una melodía que te llega de no se sabe dónde, con las caras de felicidad de una pareja que se cruza y mira con cariño.

Acabo el día abrazado de prestado, soñando con que el momento no se acabe, con que las noches sean eternas y el cigarro innegociable. 

martes, 2 de septiembre de 2014

Solo los solos

Ya solo quedan las nota sueltas que van haciendo escalas y formando melodías cuando se rozan. Ya apenas se nota el olor de la primavera cuando tocas la calle. Casi ni se siente uno mismo al respirar, al tomarte a sorbos pequeños la vida. Pienso en las tormentas que golpean los cristales, en el granizo cayendo en la alfombra, o en alfeizar de la ventana. Me llena de orgullo y satisfacción, eso se oye desde el televisor, mientras las avenidas se comen el tráfico, los edificios engullen la tierra, las ventanas se multiplican y yo sigo esperando a que algo caiga del cielo. Una oportunidad, una esperanza, una de esas señales apocalípticas que me digan que toda va bien, porque al fin y al cabo, nunca está demás que te lo diga otro.