La realidad es que me desperté,
De ese sueño amargo que me invadía,
Lo dulce del azúcar, me resbalo,
Dejándome allí, en mitad de la nada,
Para olvidar mire al cielo,
Un cielo lleno de nubes grisáceas,
Con claros negros, con pequeños destellos,
Aquello que me resulto asombroso,
La inmensidad de su extensión,
La necesaria tristeza de un banco en la nada,
Donde solo observar, resulta difícil,
Que parece que se apaga, y luego resurge,
Oh dios que difícil es continuar,
Seguir soñando con la realidad,
Aparentar que la sangre es vino,
Y que tu cuerpo solo pan,
Pero esta vez no, esta vez, despertare,
Apreciare cada minuto de cada segundo,
Y seguiré,
Viviendo esto a lo que llaman vida,
Siguiendo aquello a lo que describen rutina,
Para acabar en eso que pagamos en vida,
Nuestro propio nicho.