Tiraste de mi cadena y mi corazón se comió toda esa mierda
pseudo romántica que a tu cuerpo le sobraba. No importo el tiempo, ni las
experiencias, ni mucho menos la dedicación a construir un castillo de arena que
de un leve roce hiciste añicos. Tampoco pesaron los silencios que llevábamos a
la espalda, ni que te pusiera mi hombro cada vez que llorabas. El frió tampoco
nos aguantó y el calor hizo que te alejaras un poco más. Ahora llega la primera
y me da pereza salir a oler a flores, a ver como otros que no somos nosotros se
quieren y lo publican a los cuatro vientos, a sentir que ya no siento nada. Ni
si quiera la lastima del momento, la tristeza del hecho, a darme cuenta de que
no puedo contenerme las ganas de llorar.
domingo, 31 de agosto de 2014
miércoles, 27 de agosto de 2014
Aquellos maravillosos años.
Estaba tan harto de perseguirte como de seguir un camino que
nunca tiene fin. Se detenía en las avenidas céntricas con la esperanza de que
cualquier esquina, recoveco o callejón le teletransportara al umbral de su
puerta. Era una búsqueda que no tenía fin o un fin que no tiene búsqueda. Más
tarde comenzaba a echar a suertes la dirección, a jugarse el sentido por los
bares y esperar que la señal que nunca apareció se manifestara allí y ahora.
Pasaba el tiempo libre como el ocupado, intentando encontrar un atisbo de
posibilidad, un hueco de realidad que le dijese que no se equivocaba, pero como
siempre, todo era en vano. Ella andará haciendo la vida polvo, exprimiendo los
momentos y renovándose. Saltando sobre los problemas, quitándose las penas con
sonrisas y regalando besos a los que carecen de ellos. Ella que siempre fue
mucho más que él, ella, que ahora eres tú.
lunes, 25 de agosto de 2014
El nombre de la vida.
Exiliamos la vida a las esquinas de la cama porque allí era
el único lugar donde nos aguantábamos. Improvisábamos y sorprendentemente salía
bien, aunque el resto de mundo fingiera que nos equivocamos. Siempre nos gustaba
nadar a contra corriente, correr hacia arriba y perdernos por los recovecos de
la soledad. A veces no nos dábamos cuenta de que se nos iba el tiempo, de que las
formas geométricas no nos acompañaban y nos dimos la espalda para no
reconocerlo. Luego comenzó la época glaciar, donde congelamos la imagen,
pusimos el pause y nos dispersamos. A los segundos el arrepentimiento era
demasiado momentáneo para ser real, poco creíble o bastante preocupante.
Ninguno de los cuadros se movió y nosotros ya le habíamos dado la vuelta al
mundo tres veces, estábamos pasados, con las puntas romas e incapaces de
abrazarnos.
domingo, 24 de agosto de 2014
Los domingos son para llorar.
Siempre se quedaba con esa sensación de pérdida en el cuerpo,
de vacío que parece que nunca se llenará. Le faltaban las agallas para
enfrentarse a los domingos, a las tardes mirando al techo en el sofá y a la
necesidad que lo devoraba por dentro. Ese imperioso impulso que le recorría el
pecho, que lo apretaba haciéndole que le faltara el aire y no pudiera respirar.
Porque sabía que se iba, que posiblemente nunca regresaría, que si lo hiciera
seria por obligación y no por placer. Porque en parte se menos preciaba, tan
callado, con tan poco que dar, tan plano y simple, transparente como los
cristales de las cafeterías. Y sabía que ella era complicada, un tesoro que cuando
se encuentra ya no se suelta, un deseo que te concede una estrella, una gota de
agua en mitad de un desierto, un alma que vive libre y sin dueño.
Miraba las grietas blancas de la pared recordando los momentos que se quedaron en su memoria. Ese paseo por ninguna parte, aquella puesta de sol desde un paseo cualquiera, las copas en una de esas terrazas de verano y alguna que otra borrachera esporádica. Luego miraba al suelo y se resignaba, se daba cuenta de que si volviera no podría hacer nada porque se volviera a marchar. Comprendió súbitamente que los momentos se disfrutan, se aprovechan y se recuerdan, el resto, está aún por jugar.
Miraba las grietas blancas de la pared recordando los momentos que se quedaron en su memoria. Ese paseo por ninguna parte, aquella puesta de sol desde un paseo cualquiera, las copas en una de esas terrazas de verano y alguna que otra borrachera esporádica. Luego miraba al suelo y se resignaba, se daba cuenta de que si volviera no podría hacer nada porque se volviera a marchar. Comprendió súbitamente que los momentos se disfrutan, se aprovechan y se recuerdan, el resto, está aún por jugar.
Mi patria financiera.
Valoramos las acciones, las subidas y bajadas de la bolsa,
las cotizaciones a alza o a la baja y hacíamos un all in aleatorio. Por
nuestras manos pasaban algo más que papel tintando, algo menos que dignidad
plastificada, quizás solo trabajo y sudor. Nos movíamos en una jungla opaca que
se regía por las leyes de la oferta y la demanda, del más y el menos, del tú o
el yo. Con solo pulsar un botón, destruíamos la economía de Guinea y rozar
otro, tambaleamos los cimientos de la sociedad. Por méritos propios o cedidos
nos hicimos invisibles a los ojos de los normales y solo visibles ante la
pantalla de un ordenador. Nadie conoce de nosotros más que nuestros salarios,
nuestros trajes o nuestras visas. La realidad de que algunos den leche a su
gato y otros puedan dársela a sus hijos.
sábado, 23 de agosto de 2014
La caja de los recuerdos.
Esas
ganas de cambiar el mundo de sentido, de situarlo en su lugar y de darle la
vuelta a la vida. Saltar por las ventanas y acabar en el sitio adecuado, por
simple fricción, sin que salten chispas. Ubicarte en mitad del camino para
observar detenidamente como se consume imitando a un fósforo que se le acaba la
madera. Explotar las verdades y dinamitar las mentiras, que los trozos
salpiquen a los que corren y ahoguen a los que se quedaron a ver el espectáculo.
Mera condición de autodestrucción, de instantes que sobran, de minutos que
ojala se convirtieran en años y de sueños sin cumplir.
miércoles, 20 de agosto de 2014
Al fallo.
Cuestionamos las dudas sobre la verdad como si las
respuestas se quedaran incompletas. Por azar, configuramos un universo paralelo
donde la razón no tiene cabida y seguimos anclados en los globos y los payasos.
Las siestas existen pero solo para algunos. Creamos sueños que nunca se
realizan y siempre nos pega la puerta en las narices, como aviso para que
despertemos, o quizás para que espabilemos. Te atropellan los sin sentidos, no
piden ni disculpas y se largan a toda prisas. Las risas salpican a los demás,
que intentan huir pero la realidad no les deja. Bloqueamos la inteligencia,
porque en la ignorancia se vive mejor, pero se muerte antes. A veces suspiramos
y miramos el reloj, deseando crecer y cortar las raíces, luego nos damos cuenta
de que no somos nadas sin ellas.
lunes, 18 de agosto de 2014
Algo de hipersensibilidad.
Cumplimos las expectativas a media, nos faltaron segundos y nos sobraron hechos. Ya saben lo complicado que es, y si no lo saben se lo imaginan. Luego los instantes aparecen difuminados, los momentos borrosos y las gafas ya no se empañan. Las semanas dicen adiós con el pañuelo al aire, como si las despedidas no tuvieran precio. Ya no se para el tráfico, ni si quiera el tiempo. Todo es demasiado deprisa aparentando vivir en un mundo rebobinado, desbocado, o a saber que adjetivo calificativo. Las ganas decrecen, las alegrías son contadas y esa extraña sensación de fin la untamos a las tostadas por las mañanas. Llegan como aviones esos recuerdos de juventud, esa vitalidad de niño, esas ganas de seguir andando un camino que se ve que acaba. Y ya, nada sabe igual, ni la cerveza fresca ha medido día, ni el cigarro con el café, ni el mismo chiste mal contado, ni los desajustes del día.
martes, 12 de agosto de 2014
La botella en el mar.
Contaba
las olas que venían hacia mí y les restaba las que se iban. Le sumaba la
espuma, la multiplicaba por la sal y la dividía por la suciedad. Unía de dos en
dos las sombrillas, le quitaba los impares y le hacía la raíz cuadrada. Repetía
la acción cada verano, de cada año, de cada lustro que pasaba sin ti, y no sé por
qué el resultado nunca eras tú.
miércoles, 6 de agosto de 2014
Si la cosa no funciona.
El milagro nunca llego, la oportunidad nunca se dio. Casi
fue una condena a creer en Dios y una contradicción personal. Ya ni recordaba
los rezos que se habían inventado para calmar mi alma alcohólica y mis ganas de
quemar mis agonías me consumían. Sobrevivía a base de parábolas, de moralejas y
de milagros no consumados. Me impuse la disciplina sagrada, la misma que viole
tantas veces como mis huevos me permitieron. Los templos tampoco ayudaban, las
feligresas llevaban las faldas demasiado cortas y el confesionario se me
antojaba demasiado profano. El 5 contra 1 me extasiaba y los orgasmos eran
trozos de cielo en mi mano. Acabé como lo hacen todos como yo, a las 6 de la
mañana, de putas y con coca en la nariz.
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