Los cortes se hacen cada día más evidente en el espacio
tiempo. La vida se apaga y se vuelve a encender a golpe de reinicio forzado. La
abstracción acaba tan rápido como empezó. La actividad cerebral crece a un
ritmo alterado y todo comienza a ocurrir demasiado deprisa. Los segundos se
hacen actos y estos momentos, escenas que se quedan en pause permanente. El
raciocinio queda anulado, en fuera de juego, de suplente o no convocado. Las
primeras veces se nota el malestar extraño, ese que aparece cuando menos te lo
esperas. Luego la excepcionalidad se hace costumbre monotonía.