Se suman todos los condicionantes
exteriores a la hora de confluir en la cama. Desempeñamos papeles de
forma imperfecta, destacando los errores, sintiéndonos más humanos
que la media por saber que equivocarse es actuar diferente. Malgastar
las horas como rebelión a la monotonía, fingir la normalidad en
medio de la barbarie, limpiarse los defectos mirando a otro lado. Nos
cuesta vivir en la oscuridad, pasar desapercibidos donde todos
quieren brillar, mirar y disimular. Buscamos el último plan b, la
última oportunidad de escapar y no volver, el penúltimo para
siempre que desaparezca entre el humo.
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