viernes, 5 de junio de 2015

Monotonía preestablecida.

Suena un nocturno de Chopin mientras dices que me dejas, que te vas porque estas harta de mis resacas, de desayunar sola mientras yo abro los bares que ya he cerrado, de pasar frio en la cama por las noches, sentarte a esperar el día y todas esas cosas que odias. Haces la maleta entre gritos y llantos a la par que sueltas sandeces inexplicables. Me acusas de no darle de comer al perro ni sacarlo a pasear y denuncias mi desapego a tu familia, como si alguna vez hubiésemos estados apegados. Te cansan mis manías, detestas el olor a tabaco y drogas de mi ropa pero nunca pusiste objeción al salario a fin de mes. Dices que nadie puede vivir así, perdida en la monotonía solitaria de una casa que se cae encima, vagando entre cuatro paredes que te asfixian porque no estoy yo para darte aire. Me asombro de tu discurso y para apaciguarte me da por barrer un suelo impoluto salvo por mi último vomito de la mañana. Te plantas en la puerta y limpias tus gafas empapadas en lágrimas, que se acabo dices, que lo sientes pero que ya no hay marcha atrás. Abres y cierras. Me echo en el sofá y pongo el despertador, tras 10 veces de desplantes sé que después de 5 horas me despertaras a besos. Bendita monotonía preestablecida.

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